Estar en la inopia o a la luna de Valencia, como más te guste o lo que más rabia te dé. Ese estado en el que no te enteras de nada, una ausencia muchas veces elegida por uno mismo en la que haces visión túnel y no ves más allá de tus narices. La verdad es que es bastante cómodo. Vivir en la ignorancia de ciertas cosas es uno de los estados más relajantes que existen. No te cuestionas nada referente a determinadas situaciones, es más, ni tienes intención de hacerlo. Y es que nos pone cantidad el autoengaño. El autoengaño es mentirse a uno mismo (esto ya es lo máximo) para mantener falsas creencias o ilusiones a las que tenemos apego. Dice la Wikipedia que es el proceso de negarse a racionalizar la relevancia o importancia de evidencia contraria y argumentos lógicos que son opuestos a los propios. Todos nos autoengañamos en un nivel más o menos alto, y tu también, no lo niegues que te estoy viendo. Ojos que no ven... Pero qué afición más rara, no soporta...
Lecturas de andar por casa