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Encontrar la calma escribiendo: una experiencia.

Imagen: Pexels

"Cuando se está tan mal, se tiene la necesidad de escribir, de explicárselo por lo menos a uno mismo". Federico Moccia
Toda una experiencia, desde luego. Este post es el resultado de una conversación mantenida con un amigo* en la que me explica los beneficios que puede aportar escribir los pensamientos negativos para después quemar el papel. Sus palabras despiertan mi curiosidad y empiezo a buscar información, ya no puedo parar y leo lo que encuentro relacionado con la escritura terapéutica

Escribir tiene un componente terapéutico. Es una herramienta para canalizar las emociones, expresarlas en momentos que te sientes bloqueado, o simplemente como desarrollo personal. Un recurso que sirve como desahogo para liberar esas emociones y pensamientos que reprimimos. Se puede realizar como complemento dentro de un proceso terapéutico o como herramienta de autoayuda sin intervención psicológica. Algunos recomiendan destruir lo escrito como gesto de transformación de esas emociones. ¿Qué sientes cuando escribes?


Mi experiencia


Hace año y medio que escribo aquí y para mi es una estupenda terapia. No me planteo quemar mi ordenador ni nada parecido aunque las palabras de esa persona me siguen tentando a hacer algo diferente. Después de haber leído sobre la escritura terapéutica y algunas recomendaciones para hacerlo de manera correcta, decido probar, a mi manera, pero intentarlo al menos. Si me proporciona algo positivo ¿qué puedo perder?


Busco cuaderno y bolígrafo y me siento delante a ver que sale de allí. Nada, absolutamente nada. Reconozco que al principio me cuesta lo mío escribir algo, no es nada fácil y no tengo ni idea de que es lo que debo dejar escrito.


Pasan los minutos y pienso que es totalmente absurdo intentar hacer algo que no sale de mí, me levanto de la silla y empiezo a dar vueltas por el salón, quien me manda meterme en estos jardines...Miro el cuaderno en blanco y me dan sudores, es normal tener calor en verano pero creo que los sofocos son mayores solo con ver el bolígrafo. En ese momento considero que eso mismo que estoy sintiendo es lo que debo escribir. Me siento frente al cuaderno, al que ya tengo un poco de manía, y empiezo a hacer garabatos. Escribo sin orden, tal y como lo pienso. Una vez que he empezado ya no es tan difícil seguir aunque ser sincero con uno mismo cuesta.


Los primeros días es una repetición de lo mismo aunque poco a poco empieza a cambiar. Escribo cosas que ni pensaba y caigo en la cuenta de lo que se puede acumular a lo largo del tiempo. Al ser algo que nadie va a leer tengo menos miedo a escribir, me siento libre para poder expresar todo lo que quiera. Es más simple culpar a otros de todo lo que nos pasa pero escribir desde lo que sientes produce un cambio en el lenguaje y los pensamientos, voy dejando el "¿por qué?" a un lado y enfocando en, por ejemplo, el qué y el cómo. En definitiva, tratando de mejorar mi diálogo interno.


Decido no escribir todos los días, algunos me lo salto, quizá porque no necesito hacerlo o porque estoy tan ocupada que no encuentro el momento de sentarme tranquilamente. Simplemente busco mi cuaderno cuando siento la necesidad de hacerlo, pienso que puede ser más positivo de esta forma. 


Tampoco leo lo escrito en días anteriores, no creo que deba hacerlo porque no quiero volver a contagiarme de esa energía negativa. Finalmente, pasados 20 días resuelvo destruirlo y procedo con gran satisfacción. Un par de días antes me animo a escribir una carta con persona destinataria concreta, carta que nunca recibirá (también destruida). Dos folios por ambas caras, casi nada. Con la tranquilidad de saber que no llegará a su destino puedo expresarme a mis anchas y me siento más ligera, me quito un peso de encima que ni siquiera sabía que cargaba. 


Para ir terminando, no puedo asegurar que la escritura terapéutica sea mano de santo, pues solo lo he experimentado durante unos pocos días, ni si tiene la misma utilidad para todas las personas. Además, es necesario evitar recrearse en los aspectos negativos (lo que ocasionaría el efecto contrario al deseado) y centrarse en que sirva como desahogo para cambiar esos pensamientos, así después comenzar a buscar soluciones. Lo que puedo asegurar es que a mí me ha ido bastante bien, he podido identificar y aceptar emociones que quería negar o desconocía que estaban ahí. Ahora, pasado este tiempo, sigo escribiendo en mi cuaderno (ya le tengo más cariño) y seguramente escriba alguna carta más, aún quedan por cerrar capítulos que debería ir dando por finalizados.



*Gracias, Claudio. 



Muchas gracias




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