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¿Por qué contentarnos con vivir a rastras cuando sentimos el anhelo de volar? Helen Keller
Hace unos años confesé que... quería aprender a nadar. Con el paso del tiempo he podido constatar que sí, algo de aquello aprendí. Evidentemente, aún no soy una nadadora experta, sobre todo en ciertas aguas algo más... revueltas.
Si bien te cuento aquí los avances en aquel frente, no es precisamente el tema que me ha sacado de mi silencio después de catorce meses (madre mía, cómo pasa el tiempo).
Pues como te contaba, ahora tengo una nueva meta. Como lo lees. Ahora el empeño es que... quiero aprender a volar.
Venga, te veo venir, puedo escucharte (cri cri cri): "Mírala, ha perdido la cabeza". O aquello de "¡pero si no tienes alas! No pretenderás pilotar, no te dan la licencia ni en sueños, si ves menos que un gato de escayola. Espera, ¿paracaidismo?, ¿parapente? Uf, no sabes lo que dices..."
Volvamos al asunto que nos ocupa, que tiene su enjundia. Por dónde iba. Ah, sí, te contaba mi nuevo reto. Esto no llega así de repente, sin motivo ni razón. Todo tiene su aquel. Y mi aquel es que una se cansa de las comeduras de cabeza, habitualmente propias, pero muchas veces fruto de consejos o incluso impuestas.
Como poner tierra de por medio se puede quedar corto, lo mejor es "aire" (léase con entonación: —¡Aire!).
Ahora en serio. Quiero aprender a volar, desprenderme del lastre que una misma va acumulando poco a poco hasta quedar bloqueada. El mismo lastre que en ocasiones no es propio, sino ajeno, que te van cargando a través de los años, de etiquetas.
Volar libre dejando atrás las expectativas, sin permitir que el miedo te haga desconfiar una vez más. Empujar las nubes negras amenazantes y abarcar con la mirada el horizonte limpio en el que los obstáculos en la lejanía son enormes, pero al acercarte se hacen pequeños y superables.
Elevarte por encima de las críticas, tan pocas veces constructivas, del qué dirán. Volar, alejarte de lo que te hace perder el equilibrio, de los que con sus zancadillas intentan pisar tu persona, tu dignidad.
No será fácil. El viento cambiante, muchas veces traicionero, empuja con fuerza desviando la trayectoria, distrayendo con otros paisajes o alejándote de las metas propuestas y, muy posiblemente, haciéndote caer una y otra vez.
Y si caes, tener el valor de levantarte y extender de nuevo las alas para poder decir: "eh, mira como vuelo de nuevo".
Me ha encantado Mónica ¡¡¡ A volar ¡¡
ResponderEliminarMuchas gracias, Jose!
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