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Las aguas del Liublianica traían los sonidos de mi casa. Pensé, aturdido por el dolor del pecho, que el desarraigo no era más que una falsa mudanza: Quizás —me dije— aquello que llamamos hogar solo sea una invención de la memoria. Eduardo Sánchez Rugeles.
Quién no se ha visto envuelto en alguna ocasión en una mudanza. Ese organizar cajas, enseres. Todo aquello que has ido acomodando poco a poco, ubicando en tu hogar y de lo que no eres realmente consciente hasta ese momento, el momento en el que tomas la decisión de mudarte.
Puede deberse a diversos motivos: por cambio de empleo, por amor, por necesidad u obligación, por motivos familiares, por salud, por búsqueda de nuevas oportunidades..., o simplemente por gusto (quien se lo pueda permitir, claro está).
Sentada frente al ordenador y mientras por la ventana veo la lluvia caer, pienso que de igual manera que aparece el impulso de un cambio, esto puede ocurrir mediante un proceso interno. Es decir, en algunos momentos tienes ganas de hacer una mudanza hasta de pensamientos. Y esto es un proceso que está vivo, una etapa en un momento concreto que aparece por multitud de razones, pero que puede ser similar a los motivos que impulsan a un cambio en el hogar. Una revisión y modificación de algunos de los objetivos vitales.
Este proceso no lo veo como una reprogramación de un ordenador, quito un programita y descargo otro. No. Lo entiendo como un proceso complejo en el que se ha abierto un periodo de reflexión. Un momento en el que muchos de los pensamientos que hasta ahora servían, dejan de cumplir su cometido y precisan de una redefinición, un nuevo enfoque que ofrezca respuestas válidas a los nuevos retos que se presentan.
Y en esas nos podemos ver en un momento cualquiera, entre un guirigay de pensamientos y condicionantes personales. Cada uno con su propio mundo interior y exterior también, por qué no. Cuando creías tener las ideas claras, pues mira, que resulta que no.
Queda el trabajo más duro. Reubicar todo en su nuevo espacio. Decidir qué nos sirve y qué no. Ver nuevas posibilidades a todo lo que nos llevamos. Tomar decisiones, esa tarea que a algunos nos cuesta tanto.
Seguramente tras el cambio se eche de menos la vida anterior, más vale lo malo conocido... dice el refrán. Tentados a caer en el remordimiento, la sombra de la duda hace acto de presencia y la melancolía nos visitará a menudo. Pero una vez realizada la transformación, la sensación de estar en el camino correcto será cada vez más perceptible.
Cuando los vientos del cambio te envuelven una y otra vez, al menos hay que escucharlos. Algún motivo tendrán para visitarte. Quién sabe si terminarás haciendo traslado de pensamientos, de casa, de trabajo, de vida...
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