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La gran pregunta

Pixabay
"En todos los asuntos, es algo saludable de vez en cuando poner un signo de interrogación en las cosas que has dado por sentado durante mucho tiempo" Bertrand Russell
Esta semana, intensa y ajetreada, ha dado para muchas conversaciones de todo tipo entre café y café. Cuando todo son risas y frases fáciles de digerir qué bien. Otras terminan siendo más personales y consiguen que reflexiones. Esas personas ponen palabras a aquello que piensas y lo hacen fácil. No es lo mismo ser el protagonista que ver la escena desde fuera, con la tranquilidad que te da ser solamente un espectador.

Y aquí entra J. Mi intención no es esconder su nombre, lo que pasa es que ella me llama Mon y yo por no ser menos acorto su nombre al máximo, o al mínimo, según se mire. Resulta que J lanzó la gran pregunta, en un primer momento lo catalogué como la pregunta del año pero después y viendo que aún nos queda la mitad por recorrer lo he dejado en la pregunta de la semana. No por eso es menos importante.

Después de mucho bla bla bla, J se preguntaba "en qué momento se dejó llevar y dejó de ser". Esa es la gran pregunta, J, y además me da para un post. Su respuesta fue "tú escribe, escribe, que luego te leo". Es fácil hablar sin pensar y creer que con esa pequeña frase puedes escribir algo. Lo que no sabe J es que abrió la caja de los truenos y ahora me veo aquí, delante del teclado, sin saber por dónde agarrarlo. Bueno, vamos a lo que vamos.

Nos metemos en harina
Mi querida J, resulta que no tengo la respuesta a esa pregunta, ni tampoco la receta para endulzar un poco el momento (hablando de recetas, me debes esas de bizcochos que dijiste 😋). Creo que uno mismo debe tomarse su tiempo para revisar los acontecimientos, volver en el recuerdo sobre sus pasos y empezar a desgranar todo lo ocurrido. Con el paso del tiempo se va formando como una maraña de situaciones y momentos enlazando unos con otros. Y se crean nudos, algunos muy gordos. Si por las razones que sean esos nudos no se deslían adecuadamente terminan por hacerse tan grandes que es muy difícil desatar sin romperlo ni aún con toda la paciencia y el tiempo del mundo.

A lo largo de la vida nos vamos amoldando a los demás por encajar, por comodidad, por amor (ese amor romántico que nos venden ainsssss), por no salirte del camino señalado, presiones familiares, laborales, etc. El entorno condiciona y cuando te quieres dar cuenta has entrado en una dinámica concreta, una forma peculiar de relacionarte y ya no sabes cómo salir de ella, te acostumbras a vivir así. Es más, lo normalizamos y lo hacemos nuestro modo de vida. Terminamos siendo quienes otros quieren que seamos o quienes creemos que otros quieren que seamos (perspectiva). Al principio se lleva bien pero con el tiempo una necesita respirar y desea con todas sus fuerzas volver a SER. Las obligaciones familiares, profesionales y personales que nos autoimponemos duramente cada vez son más. El tiempo, siempre el tiempo, y las decisiones que tomas te ubican. Unos ciclos se cierran y otros llegan con nuevas ilusiones y también preocupaciones. 

Nos dejamos llevar, claro que lo hacemos. Pero también tenemos poder de decisión y criterio para hacerlo. Quizá no ahora, es posible que tarde un tiempo, pero lo que es seguro es que volverás a SER, todos volvemos a ser en algún momento, justo en ese momento en que perdemos el miedo a que no nos acepten por ser quien somos. Y entonces vuelves a vivir.

Agradezco la reflexión porque siempre buscamos las claves para ser feliz, para volver a encontrar la felicidad si es que la hemos perdido, o para ser más exitosos o grandes profesionales; pero la clave me la has dado tú a mí, porque no hay nada como volver a SER, la esencia de uno mismo. A partir de ahí seguro llegan los momentos de felicidad, el éxito y todo lo que podamos buscar.

Sabía que daba para un post 😉. Por cierto, queda pendiente el bizcocho, no lo olvido.

     
Muchas gracias!

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