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"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la edad de la sabiduría, era la edad de la insensatez, era la época de la creencia, era la época de la incredulidad, era la estación de la luz, era la estación de la oscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación". Historia de dos ciudades. Charles Dickens
Me pregunto qué puede llevar a una persona a sincerarse con un desconocido.
Puede que nadie se haya molestado en preguntar cómo te sientes. Algo tan simple. Y es posible que tengas la necesidad de poder expresarte, poder soltar los nudos que te están ahogando porque las personas de tu entorno en lugar de prestar atención a lo que dices se dedican a recitar consejos que no te sirven.O no hayas reunido el valor necesario para contar lo que te inquieta. O tienes miedo a que te juzguen pues estás acostumbrado a que eso ocurra. La verdad, no tengo la menor idea de por qué se llega a hacer esto.
Dos personas diferentes. Dos días consecutivos. Dos vidas. Dos maneras de expresarse. Dos llantos desconsolados. Dos personas que te piden disculpas por contar lo que no era motivo de reunión. Dos. Como si de un resorte se tratara, las pregunta formulada despierta algo ahí dentro de tal manera que las palabras fluyen como un torrente.
Esa necesidad de hablar, o mejor, esa necesidad de que te escuchen...Se enciende la alarma en mi cabeza para no dejar fuera ni un detalle. No es solo escuchar sino entender. Prestar atención. Estar. Cuando por fin te atreves a hablar y expresar todas las cosas que te preocupan o te hacen daño buscas un oído atento. Posiblemente no quieres consejo ni que te confirmen que tienes razón o no, simplemente ser oído.
Esperanzas truncadas. Decisiones incorrectas. Expectativas que un día parecían tan reales y después, con el pasar de los años, descubres que solo eran sueños irreales. Que la vida te lleva por otros derroteros y te impide incluso acercarte a lo que imaginabas. Perder la ilusión al no encontrar la salida. No tener fuerza ni para pedir ayuda. El inmenso poder del miedo, sus garras afiladas que hieren muy profundo. Sombras en el alma. Las lágrimas que inundan y luchan por salir. La culpa que aplasta con su pesada carga y arrastra al más profundo de los infiernos con su lastre. Andar a tientas sumergida en las tinieblas. El frío invierno que avanza y amenaza con quedarse dentro del corazón, hasta el final.
Buscando algo a lo que aferrarse se abren paso sus palabras. El alivio del que descarga toneladas de amargura se une al desconcierto al darse cuenta de la presencia de la persona que escucha, pues durante los minutos de su casi monólogo no existía nadie más que sus sentimientos. Un mundo ajeno al exterior, en el que solo existe una persona. Un mundo creado a la medida, lleno de monstruos y la más negra oscuridad. Un mundo en el que se libra la lucha más encarnizada, la de uno contra sí mismo.
Me pregunto qué puede llevar a una persona a sincerarse con un completo desconocido.
Gracias por leerme
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