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Una jaula de grillos

Imagen Pixabay
No es más fuerte la razón porque se diga a gritos. Alejandro Casona

Ya no grito

Dejé de gritar en el momento que descubrí que no servía de nada. Es una acción que conduce a imponer pero no a que te escuchen. Puedes desgañitarte todo lo que consideres preciso pero como alguien no quiera escuchar, no lo hará. Necesitas de su cooperación necesariamente. Y está claro que podemos empezar el juego del "y tú más", y elevar la voz para descubrir el registro de cada uno: que si soprano, contralto, tenor, barítono, contratenor, etc.; para cantarnos las cuarenta, unas veces más afinados que otras, cual Batallas de los Gallos. Aunque sobra decir que en estos casos rimar, rimamos poco y en cuanto a la improvisación, queda así de aquella manera, acudiendo a nuestra mente los mejores giros argumentales justo cuando hemos terminado la contienda y ya nada se puede hacer.


Sorprendentemente, bajando el tono de voz resulta que los demás escuchan, o al menos se vuelven un poco más receptivos
Mi padre solía decir: No levantes la voz... mejora tu argumento. Desmond Tutu
Y no creas que he perdido la capacidad de gritar, no es eso. Mi aparato fonador no estará entre los más top pero es plenamente funcional. Mi laringe, junto con las dichosas cuerdas vocales y los resonadores realizan su función de una manera aceptable y aunque en demasiadas ocasiones la afonía hace de las suyas, me hago oír de lo lindo. Para muestra, un botón; a veces la impotencia, el enfado o la rabia me inunda, toma las riendas de la situación y la voz sale sin previo aviso, sobresaltando a aquellos a los que se dirige, mientras el eco atrapa con sus garras mi estómago y resuena incontables veces dentro de mi cabeza. En ese momento me gustaría excusarme diciendo:


—Yo no he sido. Pasaba por aquí y es una coincidencia —o algo así. 



Lo único que he perdido son las ganas de gritar. Sí, ya no me apetece. Pero dejar de gritar no es callar ni dejar de decir lo que pienso. Decir, digo. Cuándo y cómo, depende. 



Para ir añadiendo un ingrediente más a este potaje, queda aclarar que tampoco tengo nada trascendental que contar, por lo que me escuchen o no lo que digo, no tiene tanta importancia. Me gusta más escuchar que hablar y prefiero escribir que pronunciar palabras. A este paso enmudezco por elección, lo veo venir. 



Ya no grito y, por tanto, me he vuelto sorda para los gritos. Sordera selectiva y capacidad para dar la espalda a todo lo que supere determinados decibelios (excepto la música, esa a todo volumen). 



Si quieres que te escuche, no me grites. Y si en alguna ocasión te grito, hazme saber que estoy incumpliendo uno de mis principios. 


Y tú, ¿tienes un megáfono en la garganta o expresas tus palabras con una dulce voz aterciopelada?


Gracias 

Comentarios

  1. Me ha encantado... Totalmente de acuerdo. Yo sigo gritando pero cada vez menos y es verdad, la actitud cambia la forma de comunicarnos... Gracias, Mónica!

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    Respuestas
    1. Gracias, Merce.
      Gritar es un esfuerzo que no conduce a ninguna parte. No es solo lo que se dice, también cómo.
      😊

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  2. Me vale mucho tu reflexión sobre el tema. Me alegro de haberlo leído. El primer párrafo muy bueno. Gracias

    ResponderEliminar

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