Imagen: MRA. Lisboa. Diciembre 2019
Uno más
Este año que termina ha sido algo así como recorrer el camino de vuelta a casa, volver a los inicios dejando ir lo que no quería quedarse, soltando lo que no podía llevar conmigo. Al mismo tiempo, con los bolsillos repletos de vivencias y nuevos aprendizajes.
Este año ha tocado cerrar alguna que otra puerta, perdiendo la llave de manera intencionada para no volver a abrirla; retirar máscaras revelando el verdadero rostro, totalmente opuesto a lo que intentaban mostrar, pues no se trata tanto de mostrar sino de demostrar y ahí lo dijeron todo.
Ha sido el año de mirarnos a los ojos de nuevo, descubriendo y redescubriendo, de confiar. El año de cambio de roles, de adaptación constante y los horarios que bailan una danza improvisada y novedosa. Meses en los que dedicar más tiempo a la familia, a las personas queridas, justo ahora que apenas tengo tiempo, pero sí la necesidad de sentirlos cerca.
Ha sido el momento de retomar el estudio, haciendo malabares con los minutos. El tiempo en el que me trago un buen puñado de kilómetros a diario, año en el que dormir se ha convertido en un lujo difícil de alcanzar; en el que he leído mucho y con ganas, una afición que he tenido que dejar aparcada para dedicarme a las lecturas académicas. Semanas en las que a mi pesar, he ido espaciando las entradas en el blog por falta de tiempo para preparar cada una de ellas.
Trescientos sesenta y cinco días en los que pronunciar lo impronunciable, dejar las prisas, hacer limpieza interior y poner orden, hilvanar palabras para confeccionar historias, cuidar el jardín, viajar a otras galaxias, liberar los grillos de la jaula, decorar las pelusas y sobre todo, de no tratar de estar presente a toda costa mientras se está ausente.
Trescientos sesenta y cinco días en los que pronunciar lo impronunciable, dejar las prisas, hacer limpieza interior y poner orden, hilvanar palabras para confeccionar historias, cuidar el jardín, viajar a otras galaxias, liberar los grillos de la jaula, decorar las pelusas y sobre todo, de no tratar de estar presente a toda costa mientras se está ausente.
Un tiempo en el que he devuelto al mar aquello que traje hace algo más de un año (no es plástico, ni basura, ni nada material... ) y lo he hecho con una enorme sonrisa, pues no hay nada más liberador que saldar una deuda.
Si tengo que quedarme con algo lo hago con los recuerdos, con las muchas risas, con los besos y abrazos. Sin dudar ni un instante me quedo con las personas que me acompañan en este caminar diario de la vida, los que me ayudan a crecer, con ellas, con él, con la familia, con las personas que tengo lejos pero que me hacen sentir que están cerca. Puede que no sea un número grande, pero los grandes son ellos y ellas pues lo demuestran todos los días.
Son fechas en las que hacer recuento, valoraciones y también propósitos en una lista infinita que después no vamos a cumplir. Por eso no voy a enumerar nada, me voy a limitar a disfrutar la compañía y compartir mi tiempo con esas personas que han sabido, y saben, ser y estar. Lo demás será cuestión de improvisar.
Esta es la última entrada programada para el 2019. A falta de una semana para iniciar un nuevo camino, te dejo con un clásico muy nuestro. Nos vemos el año que viene.
Esta es la última entrada programada para el 2019. A falta de una semana para iniciar un nuevo camino, te dejo con un clásico muy nuestro. Nos vemos el año que viene.
Después de leerlo, esta vez, no te doy yo las gracias, te las dan l@s que están detrás de mi pantalla.
ResponderEliminarBuenas tardes. Gracias a vosotr@s
EliminarFelices fiestas!! :)