Imagen MRA
Te extraño.
Así de fácil,
así de loco,
así de humano.
Extraño pensarte.
Extraño buscar el momento para nuestros encuentros.
Y sí... extraño desnudarme ante ti poco a poco,
no dejar nada oculto en un acto de liberación y confianza.
Extraño escribirte, contarte mis historias.
Y leerte. No imaginas cuánto extraño leerte.
Recuerdo tus palabras y sonrío pensando que eres únicamente mío.
Pero no es cierto...
Eres de quien quiera escucharte, de quien te dedica tiempo. Y a ti te encanta regalarte, no lo niegues.
Ser consciente de eso me retuerce por dentro al sentir que la intimidad creada entre los dos se desdibuja.
A la vez me siento egoísta y culpable por querer aislarte.
Remordimientos de conciencia me animan a compartirte con otros sin miedo a perderte, pues te perdería sin duda al tratar de esconderte.
Y por extraño y contradictorio que parezca, me siento orgullosa cada vez que alguien te mira. Me gusta mostrarte, que te conozcan, que te sientan y te busquen.
Te pido perdón, claro que te pido perdón.
Perdón por querer cambiarte.
Perdón por las veces que no he aceptado que tú eres como eres.
Perdón por el tiempo que te convertí en IMPRONUNCIABLE. Y es que... aunque lo impronunciable es una pequeña parte de ti, no lo es todo...
Formas parte de mi vida, y tú, inevitablemente, llevas contigo una parte de mí.
Extraño tu vuelta, porque volverás. Siempre vuelves.
Podía escribir tanto, pero sencillamente... te extraño
A mi blog, que soporta el peso de mis torpes palabras.
GRACIAS
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