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Algo que contar

El miedo es inevitable, tengo que aceptar eso, pero no puedo permitir que me paralice. Isabel Allende

Dejé de escribir el día que invertí en silencio. El mismo día en que nada quedó por decir. Puedo permanecer semanas con la mente desordenada pues nadie va a venir a pedir explicaciones. En ese desorden se encuentra adormecido el pensamiento, flotando entre urgencias y obligaciones que requieren toda la atención.

Y es que  desde el momento en el que las ideas hicieron las maletas, llevándose hasta las huellas de las teclas del ordenador, nada es lo mismo. No reconozco el espacio entre letras y los dedos terminan resbalando peligrosamente sobre las que no están invitadas a la fiesta.

Pero todo el mundo tiene algo que contar. Cada uno a su manera. Más formal, con datos contrastados, bien documentado, con una ortografía y redacción perfecta. De forma poética, con hermosas palabras, un ritmo y cadencia capaz de atrapar al más pintado. Dejando brotar pensamientos a borbotones, como un manantial de reflexiones terapéuticas. Haciendo aportaciones valiosas... Y luego estamos los que lo hacemos sin una planificación previa y a lo loco, sin ningún orden, tipo jeroglífico. 

En estas semanas he leído muchos artículos sobre lo que estamos viviendo por culpa de este virus. Cada uno de ellos es diferente, al igual que nuestra forma de vivirlo. Coincidimos en el sentir y tenemos algo en común, nos necesitamos  unos a otros para vencerlo. Pero diferimos en la forma de expresarlo, de enfrentarlo, de asumirlo. O quizá mejor, en nuestra forma de intentar asumirlo, porque yo aún... no lo he asumido del todo. 


Impensable que algo tan pequeño e invisible viniera a poner nuestro mundo del revés. No es agradable ver cómo tu forma de vida se rompe sin previo aviso, los proyectos sin finalizar se quedan en un cajón, la salud de muchas personas se ve comprometida y muchas familias no volverán a ser las mismas. A todos nos afecta, niños, jóvenes y adultos, en más de un área de nuestra vida. De un día para otro te encuentras sin trabajo, de manera temporal o definitiva, aquí vamos miles en el mismo saco. Las preocupaciones se multiplican. Y te ves recluido en apenas unos metros cuadrados, como leones enjaulados. Algo como esto supera todas las previsiones, acorrala nuestra capacidad de reacción

Pierdes el control de la situación. Pierdes el control de todo. Vagas por casa como un alma en pena sin fuerzas para hacer nada más que lamentarte. Y tratas de recuperar algo, aunque sea el saludo de las mañanas y las rutinas. Intentar mantener el ánimo, no querer pensar más que en el día a día. Pero muchas rutinas tienen que ser nuevas. Cuesta pensar en lo que vendrá después, cuando todo pase, porque pasará. No quieres pensar porque tienes la cabeza embotada con tanta información y el miedo se hace presente.


Y empieza la transformación de lo que hay en casa 

Subida en una montaña rusa emocional, con días mejores y días de morderse los nudillos. Suavizando el gesto del rostro, cambio de ropa para no parecer una indigente las veinticuatro horas del día, limpieza y desinfección profunda permanente del hogar, como si lo fueran a prohibir. Algo hay que hacer, lo que sea, para ganarle el pulso a la apatía.


  • Me he divorciado de la sobreinformación y he comenzado una relación formal con los documentales, espero que no sea ninguna de esas relaciones líquidas que tanto se lleva ahora.
  • "Su peluquería en casa" parece el título de un programa, pero es la vida tal cual.  Hago mis pinitos con el pelo de quien se preste en casa y sin tutorial (mejor no preguntéis...), veremos si esto se alarga y necesito ponerme en sus manos, la venganza será terrible.  
  • Nos convertidos en moradores de balcón o protagonistas de la ventana indiscreta, depende de los posibles de cada uno.  
  • No seremos chef, pero la cocina está a pleno rendimiento y saldremos de esta sobrealimentados. 
  • Hace la tira era Eva Nasarre la que ponía en forma a toda una generación con aquél "Puesta a punto", ahora hay muchas formas de llevar una tabla de ejercicios en casa. Yo me quedo con el programa de la 2 que todas las mañanas nos despierta, porque me es asequible en tiempo e intensidad. 
  • Se desempolvan los juegos de mesa, el punto de cruz, descubrir la vena artística (el que la tenga)... En fin, la imaginación no tiene límite. 

Son pequeñas acciones que ayudan a mejorar el estado de ánimo y a seguir activos mientras los días van pasando, pequeños cambios que adaptan lo cotidiano a la nueva realidad.

Recursos y consejos positivos para afrontar este cambio encontramos muchos, la clave está en saber adaptarlo a cada persona y cada situación. Lo que a unos les sirve a otros puede que no, o sí con algunas variantes. El tiempo que va a llevar depende de muchos factores y del peaje que cada uno tenga que pagar por andar el camino. 

Me ha costado más de dos semanas traer a mi vida algo de normalidad dentro de esta anormalidad. Impactada emocionalmente por todos los cambios bruscos e inesperados, echando de menos al resto de la familia que vive tan cerca y a la vez tan lejos en estos momentos. No está siendo fácil, no lo es para nadie. Toca sacar brillo a la paciencia, músculo a la calma y ofrecer lo que humildemente se pueda aportar en estos momentos inciertos, tender una mano, arrimar el hombro.


Las ganas de hacer cosas regresan muy poco a poco. Empiezo a buscar recursos y a idear algo diferente, porque a la vuelta quiero que sea diferenteEsa escala  de valores y prioridades a la que tanto acudimos, y que los últimos meses estaba en revisión, avista cambios. He abierto el libro para estudiar. He asistido a mis clases virtuales. Esta noche por fin he conseguido dormir casi del tirón. Las ideas han vuelto a hacer acto de presencia a horas intempestivas y me apetece teclear, no sé aún qué. Trato de ponerle humor y busco algo positivo en el desastre. Volveré a caer, seguro, pero mientras remonte siempre habrá espacio para la luz. 

Dejé de escribir de manera regular por falta de tiempo y ganas. Ahora retomo donde lo dejé y aquí me encuentro, ordenando letras, palabras y pensamientos para pasar el encierro, tratando de pulsar las teclas adecuadas, ignorando las que claman atención y protagonismo; intentando reencontrar algo de lo perdido, la confianza, la ilusión, la paz... o puede que solo sea un intento desesperado por volver a encontrarme. 

Tengo la sensación de que estamos aprendiendo y no poco, también tenemos mucho que agradecer a los que están al pie del cañón día tras día. Espero que cuando todo pase no lo olvidemos.

*Esta entrada lleva escrita casi dos semanas, nada que ver el comienzo con el final y a saber si con el trascurso de los días no será necesario retocarla

       
Gracias por seguir ahí, en casa 

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