Nueva colaboración de Isabel Quesada para Te Presto Mis Zapatillas, encantada de tenerla por aquí. Muchas gracias!!
Problemas y soluciones
Quien esté exento
de pecado que tire
la primera piedra
(San Juan Capítulo 8: 1-7). La
Santa Biblia
Bueno, esa
significativa frase me
sirve de introducción
en el tema del
artículo, acaso alguno
de vosotros conocéis
a alguien que
no tenga problemas ?.
Se me
antoja que todos,
en una u otra medida, estamos
más o menos despachados, lo que
se dice bien
servidos. Los más exitosos posiblemente tendrán
menos que arreglar
y los otros (quienes se han topado
de bruces con
varios frentes abiertos de
modo simultáneo…), pues no
sabrán muy bien
ni por dónde
meter mano para
intentar paliar los
diferentes avatares que
la vida les
haya puesto en
su camino o trayectoria
existencial.
Y claro está,
ante semejante panorama,
el papel de
la MEDIACIÓN como
fórmula operativa para
solventar múltiples tipos
de conflictos está
más que justificado.
Digamos que la idoneidad de
su efectiva implementación viene
determinada y condicionada
en función de su innegable necesidad.
La mediación
entendida como mecanismo
(proceso, método, fórmula, etc…) inteligente para solucionar
conflictos, cuya finalidad última
es potenciar y
aumentar la capacidad
de resolución de los
conflictos de forma no
violenta a través
del diálogo y el
empleo de habilidades
y herramientas comunicativas, mejorando
las relaciones interpersonales, potenciando
la búsqueda conjunta
de soluciones satisfactorias para
todas las partes
implicadas en ese
conflicto.
A cualquier persona le
puede ser aconsejable
acudir a mediación
para resolver algún problema, sobre
todo cuando de motu
propio ya se
han intentado alcanzar
soluciones y éstas, por las
razones que fueran, pues
no han culminado.
En definitiva, todas
esas maniobras tendentes a
resolver el conflicto resultan que
al final han
devenido del todo punto
infructuosas.
El problema no
sólo persiste sino que
también, con frecuencia, las
partes enfrentadas han
sentido incrementada su recíproca hostilidad,
su animadversión y su visión subjetiva
y parcial acerca de la
situación se ha
agravado, incrementando el grado
de incomunicación, su
distanciamiento, cuando no estamos ante un significativo empeoramiento de la situación.
Ahora bien,
llegados a este
punto, estamos en
un momento decisivo…
porque lo trascendente
no es ya el
problema, sino la
actitud que ante
el mismo cada
cual es libre
de adoptar. Es
justo esto lo
que más nos
diferencia a unos
individuos de los
otros.
En un momento
dado, todos podemos
ser viscerales… dejarnos arrastrar
por nuestros primarios
impulsos y confrontar
abiertamente de modo
verbal entrando una
inútil pugna dialéctica
donde difícilmente se va
a conseguir nada
bueno, salvo oir
las voces abruptas
hirientes del otro.
Otros reaccionan de
muy distinta manera,
su táctica puede
ser la simple
evitación, como si
no tratando el
tema… el problema
fuera a disiparse como le
sucede a esas nieblas de valles y
montañas, cuando surgen
los rayos solares
que con su
energía y calor
pues acaban eliminándolas.
Claro que esto
es sólo en
mero espejismo, un
simple aplazamiento, porque
al volver a
anochecer, esas mismas nieblas rebrotan
y vuelven a
impedir la nítida
visión en todo
aquel espacio que
inundan…
Y en todas las ocasiones…, esto es una premisa
incontrovertida, nos olvidamos
de algo básico,
esencial y fundamental
para nuestro equilibrio
emocional. EN OCASIONES
TENER PAZ ES
MEJOR QUE TENER
RAZÓN.
Resolver el problema
no sólo conlleva
dotarlo de una
solución mutuamente aceptada
y satisfactoria para
ambas partes, implica
una carga adicional
que, en ocasiones,
pues pasa inadvertida
pero que en
verdad debiera ser
la primera finalidad
a conseguir: llegar
a la paz con
el oponente implica
alcanzar un grado
de bienestar importante,
tan fundamental como
la felicidad que
te provoca dar
la cuestión por
zanjada.
Porque nos olvidamos
que esta vida
dura apenas un
leve suspiro y que
lo más fuerte
y gratificante de
este mundo es
disfrutarla con salud
y buena armonía.
La paz de
espíritu es básica
para todo individuo.
En
toda mediación ambas
partes han de
trabajar bajo la
premisa de actuar
con honestidad, en
conciencia y bajo
los principios de la
buena fe. Ello
supone estar dispuestos
a transigir, a
hacerse recíprocas concesiones,
a ser capaces
de empatizar y ver el
conflicto desde
el lado del
otro…; cuando son
capaces de calzarse
los mocasines (recuerdo
que este blog
se llama precisamente
“te presto mis
zapatillas") y aprender
a caminar varias
lunas con ellos
puestos, esto es,
experimentar las vivencias
del otro como
propias, contemplar la
situación con sus
propias gafas, transitar
desde tu posición
hasta su personal
perspectiva.
Ya sabemos todos que
un pequeño paso
puede suponer el tan
ansiado cambio, ese
punto de inflexión
que provoca que
todo se modifique…
que ya nada
vuelva a ser
como cuando se
comenzó a caminar….
Porque la evolución
está ahí y
lo tratado y trabajado siempre
implican alteraciones de aquella visión
primigenia del tema.
Para conseguirlo es
indispensable tener la
suficiente madurez en
querer avanzar, la
consciencia de lo
que ello supone, el ánimo
de llevarlo a efecto
y no perder
nunca el norte
de lo que en verdad
importa.
Llegamos hasta
a ponernos enfermos,
con altas dosis
de enfermedad psicosomática, cuando
un problemón nos
atenaza y nos
fuerza a adoptar
posiciones enrocadas, que pretenden
ser frías (carentes de emotividad),
intentando prescindir de
las emociones, mantenerlas
a raya, controlarlas…. Afán
ilusorio, porque no
somos compartimentos estancos
y aquello que
nos duele (por
mucho que lo neguemos)
está ahí y siempre atenaza
y hace daño
(quizás más del
que a priori
se pueda sospechar
o intuir).
Quien no
ha experimentado en
carne propia, o
en la de
algún allegado, o algún amigo
querido…., esa profunda inquietud, la
pesadumbre, la tristeza,
la angustia que le supone
cargar sobre sus
hombros con un
problema que en
según que casos,
le supera o, como
poco, lo perturba
y siempre le desestabiliza.
Cuando te comentan (o incluso te
ha pasado a
ti mismo -nuestras
experiencias personales también
juegan su papel, no
somos seres asépticos
aislados, vivimos y
trabajamos en sociedad…)
que no pueden más con esa dichosa
jaqueca, que se
ha tomado dos
pastillas y que
espera que el sueño
reparador le aparte de
las tormentosas zozobras
que le suponen
mantenerse en estado
de áspera vigilia.
De ahí que
la actitud a
la hora de
afrontar cualquier problema también
sea determinante de
cómo poder y querer
abordarlos para resolverlos
de forma satisfactoria
y, en la medida de
lo posible, definitiva.
Anoche mismo
escribía que cuando
aprendemos a oír
al otro y
comprendemos, cuanto menos
respetamos, su postura…,
y además somos
capaces de empezar
a oírnos a
nosotros mismos , es
cuando hemos crecido
como personas.
Porque cultivar nuestro
espíritu, alimentar nuestra
alma, atender a
los dictados de
nuestro corazón no es síntoma
de debilidad sino
de fortaleza.
Es una parte trascendente
de nuestra propia
vida que refleja
la autenticidad de
quienes somos en
realidad, conforma nuestra
esencia como sujetos.
Los seres humanos
somos cuerpo, mente
y espíritu. Experimentamos
sensaciones, emociones,
sentimientos, pasiones…. porque todos ellos son necesarios
para nuestra vida.
En última
instancia nuestro desarrollo
personal como individuos
sólo puede tener
lógica y estar dotado de
sentido en función de la
consecución de la
felicidad.
Y eso
es lo que
verdaderamente nos hace
seres únicos y
libres.
Un gran
logro al que
la mediación nos conduce de
forma incuestionable.
Autora del post: Isabel Victoria Quesada Villanueva
Abogada y Mediadora
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