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La Torre

Imagen: Mónica Rueda

"No encerrarán entre murallas mi pensamiento. Resido en las estrellas" Fortunata y Jacinta. Benito Pérez Galdós

Secuestrada. En una fría torre de piedra. Soñando sentir la tibia luz del exterior. Esperando que algo te ilumine. Así te sientes.

Las ideas empiezan a escasear. Nunca has sido de elaborar demasiado una estrategia que te hiciera tirar del hilo conductor y así sacarte del laberinto. Has sido más de impulsos e intuición. Intuyes que ese camino y no otro es el que te lleva con éxito a tu objetivo.

Cuando no sale, no. No sirve intentarlo. Poner del revés el pensamiento. Colgarte de la imaginación esperando que sea benevolente y te deposite en  una pequeña isla desde la que gritar a quien quiera escucharte. Una actitud que solo genera desesperación y bloqueo. No fluye, y si no fluye no puede funcionar.

Y la añorada isla se convierte en tu atalaya, esa que visita tus peores pesadillas, en la que te encuentras presa, de la que sientes que no tienes escapatoria.
Presa de indeterminados miedos, pero que te hacen temblar. Presa de tus límites autoimpuestos, que asfixian tus capacidades. Presa de una necesidad de aprobación difusa y externa sin saber bien quién o qué, pero que te hace sentir pequeña en un mundo inabarcable.

No te das cuenta de que desde ese punto observas mucho más terreno. Es un lugar privilegiado desde el que  encontrar diferentes recorridos, senderos, vías abiertas y perfectas para transitar hasta el punto elegido.

¿Puedes ver las alternativas?

Imagen Pixabay
Tal vez aparezca esa luz. Solo que tú esperas que venga del exterior, como habías imaginado. Quizá esa luz ilumine desde el interior de la torre, y así descubrir como esa torre fría y gris se convierte en un faro, tu faro. Y ese faro es el que ilumina tus pasos, que cuando dejas de forzarlo, las ideas caprichosas regresan a tu encuentro.

La capacidad de transformar una situación que provoca malestar, en una oportunidad de explorar otras formas para avanzar, es lo que te convierte en alguien capaz de casi cualquier cosa.

Por eso el recurso del silencio. El silencio también ayuda. Muchas veces es tanto  el ruido que te inunda que no te deja no pensar con claridad. Digo bien,  no pensar. Ya que en este momento lo que te paraliza es ese pensamiento en bucle, recurrente, que no te deja visualizar  nada diferente.

La torre puede ser ese lugar inexpugnable en el que sientes claustrofobia por el encierro, o vértigo por la altura. O puede ser el lugar desde el que descolgarte hacia otras historias. Puede que te esté pidiendo un cambio de aires, una oportunidad de hacer algo diferente. 

A la torre no solo hay que mirarla con nuevos ojos, también hay que escucharla, y sentirla, aunque lleve tiempo, aunque cueste salir del cascarón. Porque no hay peor sensación que sentirte presa. Presa de ti misma.




GRACIAS

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