Eso es te presto mis zapatillas, una coctelera. Aquí entran una serie de ideas y sale...lo que lees. Mira que lo tengo programado, decido sobre qué escribir, qué es lo que quiero contar y cuando empiezo a escribir...cambia. Y así llevamos tres años.
Que sí, hoy hace tres años que te presto mis zapatillas apareció por primera vez y tocó a tu pantalla para saludar. No olvido ese día. Un viernes por la tarde, al ordenador durante horas...y así nació, sin más.
De ahí hasta ahora 77 entradas y 32.900 visitas, 25.000 de las cuales han llegado este tercer año. Ese 16 de enero de 2015 no imaginaba que alguien pudiera leer lo que escribo, mucho menos recibir este número de lecturas. Aún hoy sigo sin saber cómo el blog continúa recibiendo visitas. Tampoco sé cómo una entrada ha llegado a superar las 3.000, ni por qué otra sumó más de 1.000 en un solo día. Había pensado retirarme ahora, con estos números (impensables para mí) y quedar estupendamente pero va a ser que no, me gustaría celebrar el cuarto cumpleaños y seguir explorando nuevos temas.
El post que más ha gustado este año es "no hay peor ciego que el que no quiere ver", seguido por el "pequeño manual de primeros auxilios para corazones rotos" y quedando en tercer lugar "en ocasiones...veo sueños".
Conexión entre esas entradas, ninguna. Extensión formato, etc., el que se me ocurre en cada momento. Entonces...¿Por qué me visitas? No tengo la menor idea.
Quizá es que hablo sobre temas cotidianos, lo que podemos vivir cualquiera de nosotros. Descubriendo que detrás de la pantalla hay alguien humano, con sus errores y sus aciertos, más errores que aciertos también es verdad...Cuando se habla desde el corazón se llega al corazón de otros. Estamos hambrientos de emociones, pero de emociones ajenas. No nos atrevemos a sentir o no nos atrevemos a decir lo que sentimos, no estamos acostumbrados a hacerlo pero nos gusta leer sobre emociones, sentimientos, fracasos y también éxitos. Nos sentimos identificados porque quién no ha sufrido una decepción o un desengaño, quién no ha perdido una ilusión, quién no se ha sentido engañado o ha metido la pata hasta el fondo. Tú también has sufrido miopía mental en alguna ocasión y has escuchado sólo lo que querías oír, te has tapado los ojos para ignorar la realidad pues era más fácil de sobrellevar. Por eso te resulta familiar lo que lees, porque a mí también me ha pasado y lo expreso así, sin anestesia.
Sin embargo seguimos pensando que es preferible ver los toros desde la barrera, evitando la exposición y el riesgo a que otro pueda descubrir algún resquicio de debilidad desde el que poder atacarnos. Tememos ser vulnerables y débiles. Créeme si te digo que no es una debilidad, en absoluto. Estoy segura que gestionar de manera adecuada todo ese mundo emocional que llevamos dentro enriquece nuestra humanidad, la persona que construimos a diario, y ser capaz de mostrar que sentimos es un plus ¿A alguien le gusta relacionarse con un muro de hormigón armado? Tampoco vamos a crear un universo emocional impostado de cara a la galería, se acaba sintiendo quien es real y quien no.
Buscamos el calor de la gente, su cercanía. Buscamos con quien compartir nuestro tiempo, complicidad, confidencias. Todo lo que guardamos en la más estricta intimidad. Compartimos una parte de ello pero el resto lo guardamos bajo llave, allí donde nadie puede llegar, pues habrá quien piense que eso que te hace humano también te deja desprotegido, que sentir te hace flaquear. Creo que no hay nada más frágil que una coraza que aísle de lo que se siente, nada más complejo que tratar de poner puertas al campo. Querer retirar algunas piezas del puzle de nuestra vida nos dejará incompletos, en cambio tratarlo con naturalidad asumiendo que forma parte de nosotros nos permite vivir en plenitud.
Sin embargo seguimos pensando que es preferible ver los toros desde la barrera, evitando la exposición y el riesgo a que otro pueda descubrir algún resquicio de debilidad desde el que poder atacarnos. Tememos ser vulnerables y débiles. Créeme si te digo que no es una debilidad, en absoluto. Estoy segura que gestionar de manera adecuada todo ese mundo emocional que llevamos dentro enriquece nuestra humanidad, la persona que construimos a diario, y ser capaz de mostrar que sentimos es un plus ¿A alguien le gusta relacionarse con un muro de hormigón armado? Tampoco vamos a crear un universo emocional impostado de cara a la galería, se acaba sintiendo quien es real y quien no.
Buscamos el calor de la gente, su cercanía. Buscamos con quien compartir nuestro tiempo, complicidad, confidencias. Todo lo que guardamos en la más estricta intimidad. Compartimos una parte de ello pero el resto lo guardamos bajo llave, allí donde nadie puede llegar, pues habrá quien piense que eso que te hace humano también te deja desprotegido, que sentir te hace flaquear. Creo que no hay nada más frágil que una coraza que aísle de lo que se siente, nada más complejo que tratar de poner puertas al campo. Querer retirar algunas piezas del puzle de nuestra vida nos dejará incompletos, en cambio tratarlo con naturalidad asumiendo que forma parte de nosotros nos permite vivir en plenitud.
Aquí es donde encaja "te presto mis zapatillas". Desde este pequeño torreón me dejo llevar. Aquí construí mi pequeño mundo, un oasis donde descansar, donde me siento a reparar fuerzas. El lugar desde el que expresar opiniones y sentimientos siempre desde mi punto de vista, nunca intentando cambiar la opinión de nadie ni imponiendo criterios. Es más, me encanta conocer el punto de vista de los demás, ponerme sus zapatillas de vez en cuando.
A todos los que invertís algún minuto de vuestro valioso tiempo en leerme, a los que os ponéis mis zapatillas, simplemente GRACIAS.
Comentarios
Publicar un comentario